Según cuenta la leyenda , la idea de construir la plaza de toros de La Linea surgió de la necesidad de invertir "calderilla", (moneda fraccionaria antes de la guerra), que se había ido acumulando como producto de las grandes ventas que se hacian a diario en la bodega de vinos de Luis Ramirez Maresco, en la calle Clavel esquina Aguila. Esto es lo que cuenta con reservas Enrique Sanchez Cabeza Earle en su libro "La Linea de mis recuerdos".El escritor no obstante , duda de la veracidad de esta leyenda por una razón concreta: " El propietario de la plaza de toros era Luis Ramirez Galuzo, no Luis Ramirez Maresco y, aparte, parece una exageración que la cantidad de calderilla acumulada fuera de tal envergadura como para invertirla en la construccion de la plaza de toros.
La plaza por encima de las circunstancias de su origen fué inaugurada el 20 de Mayo de 1883. Las mejores ganaderias, y los mejores toreros pasaron por el coso linense durante muchos años, aunque solo a Frascuelo, Marinero y Gordito, les correspondió el honor de ser los primeros. La ganadería fué la de Teresa Nuñez del Prado, de Arcos de la Frontera . Dieciseis reales costó aquel día la sombra y diez el sol. El propio Luis Ramirez conservaba en su casa de la avenida de España el cartel de la inauguración.
Durante los primeros 50 años de su historia, el coso linense vió desfilar a los mejores diestros : Lagartijo, Machaquito, Chicuelo, Posada, Fuentes, los Bienvenida, Vicente Barrera, Armillita, Gallo, Joselito, y Belmonte. Incluso se dice que la primera pata concedida a un torero fué en La Linea en concreto a Joselito en 1916. Belmonte fué cogido en La Linea ese mismo año, en plena feria de Julio, y Granero se despidió como novillero en La Linea. La temporada se iniciaba cada año en La Linea el domingo de Resurrección como en casi toda España. Siempre había una novillada inaugural con los mejores del año anterior. Luego todos los domingos hasta las visperas de la Feria, pasaban los mejores por el coso linense. Decir como anecdota que fué la plaza donde se utilizó por primera vez el estoque simulado por parte del diestro Manolete como consecuencia de un accidente en la mano, y quedó para la posteridad, ya que como sabemos en aquellos años siempre se utilizaba el estoque verdadero.
La plaza estuvo siempre bien cuidada, hasta el deterioro de los años setenta. En los años veinte había una cuadrilla de peones uniformados que regaban con cubos llenos del agua estraida del pozo que había en medio de la plaza. Estas tareas arcaicas fueron sustituidas luego por un riego con cuba aprovechando el sistema empleado por el Ayuntamiento para el resto de la ciudad durante el verano.
A principio de los años setenta comenzaron los problemas. El numero de festejos descendió hasta casi anularse y el coso entró en una declive del que se salvó in extremis a mediados de aquella década, cuando Miguel Herrera y sus hombres la acondicionaron para que por lo menos sirviera para la Feria. La reinaguración fué un domingo por la mañana, algo lluvioso. Sin embargo, la plaza ya no volvió a se lo que fué. La remodelación obligó a la retirada de la parte techada, que sobresalía por encima del recinto actual, y quedó reducida tanto en el aforo como en la vistosidad, aunque al menos se adaptó para que volvieran a celebrarse corridas.
El Ayuntamiento intentó su derribo para construir otra plaza, en un punto distinto de la ciudad, pero las reacciones de la delegación provincial de Cultura de La Junta de Andalucia paralizaron la idea hasta el punto de que el coso fue declarado Bien de Interes Cultural.
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